Oviedo, L. Á. VEGA
Elisa no está loca. Eso es lo que dicen los informes
de dos consultas exploratorias en salud mental, que indican que no tiene ninguna
patología psiquiátrica. Sin embargo, desde hace tres años, la justicia considera
que esta ovetense sufre una de las modalidades de la enfermedad de Munchhausen,
la que experimentan aquellos padres que inducen en sus hijos enfermedades con el
fin de llamar la atención y reforzar su autoestima. Una psicóloga forense
determinó en su día que Elisa, que prefiere ocultar su identidad completa,
padecía esta enfermedad y desde entonces no sólo ha perdido la custodia de su
hija, que hoy tiene 14 años, sino que además sólo puede verla una hora cada
quince días, acompañada de un técnico del punto de encuentro. La situación le
resulta tan injusta que ha recurrido el fallo judicial del Juzgado de familia de
Oviedo ante el Tribunal Superior de Justicia de Asturias.
El origen de
todo este asunto hay que remontarlo siete años atrás. Elisa, casada con un
policía local, se vio inmersa en lo que define como «una relación de maltrato
psicológico» que se prolongó durante años. Afirma que el marido la denigraba y
descalificaba y le impedía estudiar o tomar cualquier iniciativa que redundase
en su crecimiento personal. La mujer acudió a un centro de ayuda social, donde
la psicóloga, a la vista de su estado, le advirtió de que lo que le ocurría
tenía que ver con lo que tantas mujeres sufren, maltrato psicológico. Elisa tomó
conciencia de su situación y se separó.
Una primera sentencia entregó a
Elisa la guarda y custodia de su hija. Durante cuatro años, Elisa vivió sin
mayores complicaciones, llevando a buen término su función materna. Indica que
la cosa cambió cuando comunicó a su ex marido que quería el divorcio.
Unos desarreglos que sufría la niña, entonces de 10 años de edad,
alergias y dificultades en la alimentación, fueron la puerta que abrió tres
largos años de pesadilla. La menor fue sometida a diversas pruebas para
determinar si sufría una enfermedad celiaca. El servicio de digestivo del
Hospital Universitario Central de Asturias se inclinó a pensar que sí. Pero el
padre de la niña realizó otra prueba diferente, según la cual no estaba enferma.
En pleno proceso de divorcio este debate médico fue determinante para
que la perito judicial elaborase un informe en el que afirmaba que era la madre
la que estaba induciendo los síntomas de la niña, al tiempo que establecía que
la mujer sufría la enfermedad de Munchhausen, como recalca Elisa, «sin que
mediase un examen por parte de un equipo de psicólogos clínicos». Además, la
perito consideró que Elisa estaba predisponiendo a la niña contra el padre. La
juez de familia estimó entonces que Elisa no estaba capacitada para ejercer la
función materna, «sin posibilidad de réplica», como señala Elisa, y le retiró la
custodia.
La juez decretó que la madre no viese a su hija durante tres
meses. Esa situación se prolongó durante cinco meses más. La sentencia de
divorcio se dictó en diciembre de 2007 y estableció un régimen menos severo de
visitas, tres horas cada quince días en el domicilio, pero sobre Elisa continuó
el estigma de sufrir una grave y peligrosa enfermedad mental. De nada sirvió,
señala la mujer, que en el juicio presentase todo tipo de informes favorables,
desde el emitido por los servicios de salud mental del Principado, que
descartaba que la mujer sufriese patología mental alguna, hasta el elaborado por
una experta granadina, que trató de desvirtuar el informe pericial. Y es que
para esta experta, la psicóloga judicial elaboró un peritaje procedimental y
metodológicamente incorrecto, ya que no era posible establecer que Elisa
sufriese el síndrome de Munchhausen a través del tipo de análisis al que fue
sometida por la forense.
Pero Elisa no cejó y planteó un recurso. La
juez ni la escuchó. La vista se celebró con presencia de los abogados de las
partes. Mientras tanto, asegura Elisa, la situación se ha ido deteriorando. Hace
un año, la madre denunció una agresión sobre su hija a manos de la pareja de su
padre, curiosamente otra psicóloga, pero la denuncia fue sobreseída. La niña
denunció además ante el equipo psicosocial que cada día estaba más sola y
desatendida. Los psicólogos sostuvieron que esa situación iba en beneficio de su
autonomía personal. El rendimiento de la menor cayó en picado. Sufría
emocionalmente por la dura batalla por su custodia. El padre culpaba de esta
situación a la madre.
Pero la situación no ha dejado de deteriorarse. El
pasado 29 de junio se produjo el último incidente. La menor denunció a su padre
en Comisaría después de que éste le golpease supuestamente con el libro de
Naturales en la cabeza. En la Comisaría de Oviedo se vivió una situación de gran
tensión. Mientras la niña pedía marcharse con sus abuelos maternos, llegó el
padre y trató de llevarse a su hija, aunque le comunicaron que no podía hacerlo
al estar denunciado. La niña quedó finalmente bajo la custodia de una tía
paterna. Para la madre, este incidente demuestra que la menor no puede seguir
bajo la custodia de su padre. Lo que más le duele es que se ve incapaz de
invalidar un diagnóstico, el realizado por la perito judicial, que la tacha de
enferma mental.